jueves, 19 de mayo de 2011

ENCUENTRO DIOCESANO DE MONAGUILLOS

ENCUENTRO DIOCESANO DE MONAGUILLOS

Queridos hermanos y hermanas:


El próximo sábado, se celebrará nuestra en nuestra Archidiócesis el Día del
Monaguillo, jornada de convivencia festiva, en la que cada año participa un nutrido
grupo de acólitos de nuestras parroquias. Tiene lugar en el Seminario Metropolitano
de Sevilla y en ella se alternan juegos y diversiones con momentos de oración y
convivencia de los monaguillos de nuestras parroquias. Por ello, me permitiréis que
en esta semana me dirija especialmente a este grupo selecto entre los niños de
nuestra Archidiócesis, que sirven al altar y que prestan un excelente servicio a
nuestras parroquias.
Queridos monaguillos: os saludo con mucho afecto, al mismo tiempo que
os invito a participar en el Día del Monaguillo de este año. Como vosotros, yo
fui monaguillo en mi infancia, circunstancia de la que el Señor se sirvió para
llamarme al sacerdocio. El Papa Benedicto XVI fue también monaguillo en las
parroquias de Ascua y Traunstein, en su Alemania natal, como lo han sido
muchos sacerdotes que vosotros conocéis. En los primeros días de agosto del año
2006 se celebró en Roma un encuentro internacional de monaguillos, en el que
participaron cerca de cuarenta y cinco mil acólitos como vosotros. Fueron
recibidos por el Papa, quien después de recordar sus vivencias como monaguillo
entre los ocho y los doce años, invitó a los monaguillos de todo el mundo a ser
amigos, testigos y apóstoles de Jesús.
En su discurso os dijo Benedicto XVI que vuestra relación con el Señor,
realmente presente en la Eucaristía, no debe ser sólo exterior. Debe ser “íntima,
profunda, de amistad realmente personal, capaz de dar sentido a la vida de cada
uno de vosotros”. De lo contrario, no podréis dar testimonio de Él. Os invitó
también a escuchar con gran disponibilidad la voz del Señor, que tiene algo que
deciros. Tal vez está diciendo a alguno de vosotros: "Quiero que me sirvas de
modo especial como sacerdote, convirtiéndote así en mi testigo, siendo mi amigo
e introduciendo a otros en esta amistad". Si es así, escuchad con gran apertura
de corazón la invitación del Señor y seguidla con prontitud.
El Papa os llama “apóstoles de Jesús”. Cuando servís al altar, estáis
dando testimonio de que creéis que allí está presente el Señor, con su cuerpo, su
sangre, su alma y su divinidad, con una presencia real, verdadera y sustancial,
como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica. Si lo hacéis con actitudes de
recogimiento, de auténtica devoción, que brota del corazón y se expresa en los
gestos, en el canto, en las respuestas, si lo hacéis como se debe, y no
distraídamente, de cualquier modo, entonces vuestro testimonio llega a quienes
os contemplan y sois verdaderamente apóstoles del Señor. La amistad con Él
tiene su fuente y su cumbre en la Eucaristía. Vosotros tenéis el privilegio de estar
cerca de este sacramento admirable. Luchad contra la rutina. No os acostumbréis
nunca a servir al altar. Hacedlo cada día como si fuera la primera vez, como si
fuera la última vez, con la sorpresa y la emoción a flor de piel, con mucho amor
al Señor que os concede el privilegio grande de tenerlo tan cerca. “Descubrid
cada día -os dice el Papa- que [sobre el altar] sucede algo grande, que el Dios
vivo está en medio de nosotros y que podéis estar cerca de él y ayudar para que
su misterio se celebre y llegue a las personas”.
El Papa os pide que deis frutos de bondad y de servicio en todos los
ámbitos de vuestra vida, en la familia, en la escuela y en el tiempo libre, y que el
amor al Señor, que crece en vosotros cuando estáis junto a Él en el altar, lo
entreguéis a todas las personas, especialmente a aquellas a quienes les falta amor,
que no reciben bondad, que son ancianos, sufren enfermedades, son pobres o
están solos.
El Santo Padre terminó esta conversación con los monaguillos presentes
en la plaza de San Pedro y también con vosotros con esta invitación: “¡Sed
siempre amigos y apóstoles de Jesucristo!”. Hago mía esta invitación del Papa, al
mismo tiempo que os animo cordialmente a participar en el Día del Monaguillo de
este año en el Seminario Metropolitano de Sevilla. Pedid a vuestros padres y a
vuestros párrocos que os traigan. Ni ellos ni vosotros os arrepentiréis. Estad seguros
de que volveréis contentos y felices a vuestras parroquias y a vuestros hogares. Os
encomiendo a vuestro patrono, San Tarsicio, niño como vosotros, martirizado
mientras llevaba la Eucaristía a los presos y enfermos de Roma en tiempo de
persecución. Anunciad y entregad también vosotros al Señor a vuestros amigos
para que lo conozcan y lo amen. Es el mejor servicio que podéis prestarles.
Para todos vosotros, para vuestros sacerdotes, para vuestros padres y
hermanos, mi saludo fraterno y mi bendición.


+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

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